domingo, 25 de agosto de 2019

EL PERFIL DEL “HUMANITARIO”

Vuelvo a trabajar para ACNUR, a cargo del Servicio de Suministros y Logística. Vuelvo a encontrarme con los retos a los que enfrente hace 3-4 años. Vuelvo a reflexionar sobre lo que significa ser un “trabajador humanitario”. De eso va esta reflexión:
Queda bien eso de decir “soy trabajador humanitario”, mi trabajo consiste en “ayudar a los que más sufren”. Es cierto, por supuesto. Trabajar en el ACNUR implica eso: que tu trabajo sirve para aliviar sufrimientos, aunque sean solo parches a los desaguisados que se siguen produciendo en este mundo tan duro y tan cruel.
Veo la gente que trabajamos en esta agencia, UNHCR o ACNUR. Somos unos 10000 ya que la población refugiada o desplazada sigue aumentando cada año. ¡2018 acabó con 70 millones!
¿Cómo es el perfil del trabajador del ACNUR?
No existe un único perfil, por supuesto. Resaltaré dos o tres, generalizando.
Un primer perfil es el del idealista. Trabaja porque le duele ver tanta injusticia, tanta crueldad y sufrimiento de los más débiles. Efectivamente, el ACNUR, en colaboración con un número grande de ONG’s, trabaja en la asistencia, alivio al sufrimiento, atención, y, sobre todo, la protección de todos esos millones de personas que, sencillamente, sufren violencia, persecución, guerra u opresiones diversas. A esos compañeros les brillan los ojos cuando, en una reunión, se debate sobre tal o cual emergencia y en cómo afrontarla más eficientemente. A esas personas no les importa dedicar tiempo extra en fines de semana, o sacrificar su vida personal a veces. Se dice que el grado de separaciones en el ACNUR está por encima de la media. Puede ser. El estrés es importante, sobre todo cuando miles de desesperados dependen de tu trabajo para sobrevivir.
Hay un segundo perfil, sin embargo. Es el del que ha encontrado trabajo en un organismo que paga bien y en donde los resultados se pueden disimular entre los esfuerzos de otros miembros de tu equipo. En ese grupo hay mucha gente originaria de países en conflicto, que han encontrado una salida digna a la falta de oportunidades laborales en su país, debido a la guerra o a los disturbios. Al ser la ONU (y, por lo tanto, el ACNUR) un organismo eminentemente protector de sus empleados, es más difícil que en el sector privado el penalizar a una persona por su trabajo deficiente o escaso. Esas personas, afortunadamente no muchas, viven agazapadas y sobreviven en medio de los esfuerzos de sus equipos.
El tercer perfil es el burócrata de la oficina central. Son aquellos que han olvidado la finalidad última de lo que hacemos, que es servir a los que no tienen nada. En cambio, su día a día pasa entre papeles, memorandums, políticas y regulaciones que, por supuesto, son necesarias para hacer funcionar una maquinaria tan compleja. Estos colegas cuestionan cosas porque ese es su trabajo, replantean decisiones “porque la normativa XX dice tal o cual cosa”, aunque esa decisión sea lógica y vaya en beneficio de los beneficiarios.
A los que no somos “políticos”, en el sentido más llano y rastrero de ese término, nos cuesta navegar por esa maraña de reglas y normativas que llenan el ACNUR. Incluso, las combatimos y cuestionamos, aduciendo que son barreras ineficientes para obtener resultados. A veces, conseguimos cambiar cosas. Y el ACNUR avanza poco a poco.
Imaginación, atención al detalle, visión a largo plazo combinada con sentido pragmático, y resultados concretos.... esa es la combinación para obtener cosas en el ecosistema de NNUU.

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