Hoy vuelvo a otro país. Mejor dicho, el país no existe. Solo existe una red clientelar de gente que se aprovecha de los pocos recursos. La inmensa mayoría de la población malvive, sobrevive, aguanta como puede. Otros simplemente han huido: 1700000 a Colombia, 400000 a Peru, 200000 a Panamá o a Brasil. En total, más de 5 millones de venezolanos han abandonado su país en busca de algo mejor. Muchos mueren intentando llegar en barcas a las islas “ABC”, Aruba, Bonaire, Curaçao.
Algunos ejemplos que he visto con mis ojos:
· Colas para poner gasolina. Son kilométricas. He visto en Maracaibo colas de 5-6 cuadras. Están toda la noche, a menudo hasta 10 horas. La gente aguanta como puede. Obviamente dejan de ir a trabajar para estar en la cola. Hay atracos, hay peleas. Al final llenan el depósito, a veces previa mordida al empleado para que te deje colar unos cuantos coches. Estas colas no son puntuales, son crónicas.
· Paradójicamente, llenar el depósito es gratis. Gratis literalmente, quizá 1 dólar. Hay gente que llena su coche y luego va y revende la gasolina en puestos de carretera en donde puedes comprar la gasolina sin hacer cola, aunque solo unos pocos litros.
· Nadie paga nada en este país por el agua, ni por el gas, ni por la electricidad. Cuando, hace un par de años, el gobierno le quitó cuatro ceros a la moneda, no actualizaron el pago de facturas de servicios…. Hasta ahora. Nadie, nadie paga nada. La gente se ha acostumbrado a que el Estado cubre esos servicios.
· Eso, cuando hay servicios. Los cortes de luz, de agua y de gas son muy frecuentes. No son de una hora o de unas horas. En ocasiones duran días. Imaginemos un país tropical en donde no hay agua corriente, no hay luz. Por tanto, no hay telefonía, no hay wifi. Hay total oscuridad por las noches, hay saqueos. Los negocios, las empresas, los bancos, los centros oficiales, todo se bloquea, ya que no pueden funcionar, literalmente. Todo se para.
· No hay bolívares, efectivo. Los precios en las tiendas son duales: 100000 bolívares (1,3 dólares) un kilo de arroz si pagas con tarjeta, pero 70000 (1 dólar), si es en efectivo. No hay efectivo porque muchísimo se emplea en transacciones clandestinas de contrabando y narcotráfico. Si alguien quiere sacar dinero, el gobierno ha establecido un máximo de 20000 bolívares diarios (unos 25 céntimos de dólar). Pero hay que hacer colas de horas, hasta un día entero, para sacar ese dinero. Hay jubilados que se han desmayado en esas colas bajo el sol. Así que entre las colas para sacar dinero, o para poner gasolina, medio país está en tareas improductivas.
· La sanidad es para los ricos. Si te pones enfermo y tienes el dinero, te atienden. Eso sí, has de llevar hasta las gasas al hospital, hasta los guantes quirúrgicos si requieres una operación. Si eres pobre, te aguantas, o te mueres.
· Unos datos de salarios: salario mínimo es 5 dólares al mes. Un maestro gana unos 70 dólares al mes. Un policía unos 10. Un médico de hospital unos 200.
· La seguridad. Un bien muy escaso, inexistente. Las calles son inseguras incluso a pleno día. Cada hora hay atracos, asesinatos, robos, violaciones. Algunas acciones son muy violentas. Las bandas de malhechores abundan. Por ejemplo, la frontera con Colombia o Brazil está infestada de grupos armados. Así como la frontera brasileña o con la Guayana. Unos trabajan en el contrabando, de gasolina u otras cosas. Otros son narcos. Otros se ocupan de trata de personas. Por ejemplo, en la frontera colombiana, unos 2700 kms.: Hay 7 pasos fronterizos oficiales, pero hay innumerables pasos ilegales, las trochas. Por esos pasos circulan cada día cientos de personas que huyen de la miseria y la desesperación del día a día. Pagan a las mafias, claro. Una trocha es una unidad de negocio que genera unos 10000 dólares diarios a los que la controlan. Hay, claro, luchas entre las mafias y hay ajustes de cuentas. La “ley indígena” impera: muerte por muerte, y en progresión hasta que alguien cede territorio. El ejército establece controles, muchos. Por ejemplo, pasamos unos 10 en un trayecto de 200 kms entre Maracaibo y la frontera. A los vehículos del ACNUR los respetan (aún). Pero te paran, te piden la documentación, te preguntan cada vez a dónde vas y por qué, etc. El ejército convive, vamos a decirlo así, con los grupos armados. Todos se conocen, marcan territorios, hay reglas no escritas de juego. Tú allí, yo aquí, no nos molestemos….
· Los negocios, las empresas. No saben qué hacer, no saben cómo operar, cómo minimizar los riesgos. Un transportista puede perder su camión en un viaje, porque se lo roben. O la mercancía, por supuesto. Hay que integrar las mordidas en los precios finales. No existen seguros, no hay aseguradoras que quieran cubrir esos riesgos en Venezuela. Normalmente, se pide pagar por adelantado, el 100%. O bien, pagar en dólares, y en una cuenta en el extranjero. O bien a una persona y no a la cuenta de la empresa. Lo que hoy cuesta 100, mañana puede costar 120, y pasado, 150. Los empresarios que quedan se columpian en el trapecio….sin red. Muchísimas empresas han echado el cierre. En Maracaibo, las calles están desiertas, porque los comercios han cerrado. PDV, la empresa estatal petrolera produce 100000 barriles ahora, una décima parte de lo que producía hace unos años.
· El ACNUR es odiado. Nuestro mandato no solo no se comprende. Es que “no tiene lugar en Venezuela, porque en Venezuela no hay crisis humanitaria”. El gobierno, los más radicales, ponen todo tipo de trabas a nuestro trabajo: deniegan permisos de entrada de mercancías, retienen camiones “hasta que alguien del ACNUR venga y nos explique qué hacen y el porqué de este camión”. Hay que ir hasta allí, a veces un estado a miles de kms de Caracas, y humillarse, explicar, de nuevo, qué hacemos y pedir, por favor, que liberen el camión. Claro que hay gerifaltes del gobierno que a veces ponen tuits en los que acusan al ACNUR de no ser imparcial, de ser “imperialistas, al servicio de los EEUU”. Lo cual genera, o puede generar, reacciones de exaltados contra nuestra gente o nuestros coches. De momento, no ocurre.
· Caracas es un oasis. El gobierno intenta que los cortes de servicios en la capital sean mínimos, y lo son. Que las colas de coches en las gasolineras no se vean, por lo que el suministro es mejor allí que el resto del país. Hay hoteles, restaurantes y bares llenos de gente guapa, tomando y riendo… No parece que, tan solo unos kilómetros más allá, haya gente que muera por una infección ligera o no tenga con qué vivir.
· La gente. Antes había protestas digamos que políticas. Los “colectivos” se encargaron de reprimirlas. Los colectivos son grupos bolivarianos. Llegan en motos, con armas largas. Amedrentan, amenazan, disparan al aire, golpean, dispersan, y se van. Luego vinieron las protestas digamos sociales. Los colectivos se encargaron de esas también. Ahora mismo, no hay muchas protestas. La gente está cansada, está desmotivada, resignada. “No hay nada que podamos hacer”, me dice uno. “Esto no tiene remedio”, dice otro. Otros no hablan y se montan la vida: venden gasolina de contrabando, o carne sin inspeccionar, o se emplean de sicarios o como miembros de una de esas bandas que extorsionan. Los más, son carne de cañón: he pasado por cientos de chamizos, casitas, meras construcciones de caña, de tocho, en donde veo caras serias. No he visto niños jugando, riendo. Seguro que los hay, porque los niños son niños. Pero imagino que se les helará pronto la sonrisa en su vida.
En resumen: asisto en primera persona a la decadencia de un país, de toda una sociedad. Entre todos la mataron, y ella sola se murió, abandonada e impotente. Una verdadera pena.