sábado, 13 de abril de 2019

LAS MIGAJAS Y LAS BANDERAS

LAS MIGAJAS Y LAS BANDERAS

Ya hace unas semanas que me impactó lo que dijo un irrelevante político catalán, un tal Eduard Pujol, cuando, ante las protestas por los recortes en la sanidad pública catalana, dijo que eso “no eran más que migajas”, que ahora estábamos por lo importante, o sea, por la independencia de Cataluña.
Ahora que entramos en campaña por las elecciones generales del 28 abril, decido escribirle a Eduard Pujol y a sus correligionarios:
Señor Pujol,
Llegué a Cataluña en 1976, desde Valencia. Me encontré una tierra avanzada, abierta, acogedora, innovadora, con ansias de libertad, tras años de un franquismo negro que había entristecido y envilecido a todo el país. Participé en las manifestaciones por la autonomía, reclamando “llibertat i amnistía” también. Lo conseguimos. El ahora injustamente denostado “régimen del 78” instauró una etapa nueva, de democracia y alineamiento con Europa. Esos años han sido los más fructíferos y pacíficos de la historia reciente de Cataluña y de España. Hasta que, más o menos en 2008, se empezó a torcer todo. La absurda gestión del nuevo Estatut, la corrupción institucionalizada en el “oasis” catalán (el 3%, los Pujol) y la profunda crisis económica son las tres patas que hacen que la burguesía catalana, siempre tan pragmática, abandone el seny, abrace la “rauxa” y se envuelva en la bandera, como excusa. Gente como usted se convierte a la nueva religión del independentismo. Es la salida, la huida hacia adelante. Empieza la manipulación de la gente, las mentiras y las exageraciones. Al que discrepa, se le orilla, se le denigra o se le ningunea. Los “malos catalanes”, los “botiflers”, los “fachas”, de repente abundan. De hecho, somos más de la mitad de los catalanes.
Al igual que en el medievo, cuando a los herejes se les negaba todo, ustedes, cual nuevos conversos, niegan incluso el derecho de protestar. “Migajas, ahora, ni una”, dice usted, enfadado. La pobreza infantil, la precariedad laboral, la fuga de empresas, las colas en la sanidad, la deficiente implantación de la ley de dependencia, los barracones en la educación, todo eso son migajas. Es más, no comprendemos que, cuando seamos República, todo eso se arreglará, como por arte de birlibirloque. Es que los malos catalanes no tenemos arreglo. En realidad, mejor sería que nos fuésemos a nuestra tierra.
Señor Pujol, tengo pocas esperanzas de que ustedes cambien. Pero sí que creo que están entendiendo el efecto que tiene el saltarse las leyes. Aunque sea por el miedo a la inhabilitación o a las multas, o a la cárcel, van medir mejor sus acciones.
Tardaremos muchos años (25 o 30, quizá) en volver a aquella Cataluña inclusiva que añoro. Ojalá usted lo vea también.